Dejamos Sanandaj de la mano de Saadi. Lo conocimos en la estación de bus de Teherán e inmediatamente nos invitó a su casa, quedamos en contacto y después de un par de mensajes tomamos un minibus por apenas 30.000 Rs por persona que cruzaría la montaña a 50km por hora, en cosa de dos horas y un buen subido de paisajes nos encontramos en nuestro primer pueblo Iraní: Avihang. Para que os hagáis una idea google maps no muestra ni carretera.
Avihang es un punto muerto en el camino, una vez se llega allí solo se puede salir por el mismo lado, sus casas de adobe y sus calles a medias dejan claro que el mundo aquí no ha perdido nada (y de hecho aquí algunos andan perdidos). Por primera vez vemos las coloridas vestimentas de las mujeres Kurdas y comenzamos a enamorarnos de esos pantalones kurdos que se muestran tan simples y cómodos a nuestros ojos.
Avihang se levanta en la montaña en una lucha particular con sus casas a modo de terrazas conectadas entre ellas como si de un rompecabezas a gran escala se tratara, pronto, en el resto de puntos de nuestra ruta, descubriremos que es un distintivo de todos los pueblos similares de la zona.
Con Saadi y su familia pasamos el día y la tarde descubriendo la montaña, saltando de tejado a tejado y tomando té (cómo no, no podía faltar el té por ningún lado). Su madre de más de 70 años aún camina cuesta arriba cada día por el caminito de tierra que lleva hasta su huerto para obtener el poco sostén de la familia. Sus manos arrugadas son signo de vida. Con su adorable kurdo nos hace señas y da las gracias a Allah por nuestra visita.
Dejamos Avihang después de 24 horas intensas y volvimos a la carretera principal camino a Negel, allí se encuentra el que es supuestamente el Corán más antiguo de la historia… Hicimos una parada técnica por curiosidad, sinceramente, quizá por las leyendas que nos habían contado en Sanandaj sobre un libro escrito con tinta de oro sobre piel nos había creado otro tipo de expectativas. Nada del otro mundo.
No estuvimos en Negel ni dos horas, levantamos el dedo a la espera de nuestro siguiente destino y un policía de pocas palabras nos llevo 60Km al oeste hasta el cruce de Marivan con la carretera a Dezli, nuestra posición en la carretera despertó varios curiosos y sin levantar la mano 5 coches habían estacionado con la intención de llevarnos. A tan solo 5 Km de Iraq los miedos que alguna vez llegamos a tener volvían a parecer absurdos.
Fereydoon fue “el afortunado” de llevarnos después de una discusión con el resto de pretendientes (sí, aquí la gente se pelea por levantarte, la cosa es cómica) y nos recordó que era viernes mientras nos explicaba el porque de la alta cantidad de coches parados a ambos lados de la carretera. Los viernes los Iraníes salen al campo a disfrutar del aire libre y es tradición hacer barbacoas y picnics a lo largo de la geografía nacional, el mejor día para hacer dedo, los coches pasaban como si de una avenida se tratara.
A los pocos minutos de entablar conversación nos invitó a comer con su familia, que lo estaba esperando con sus mantas de picnic abiertas. Como de costumbre decidimos decir que sí y ¡oh vaya! si fue buena idea. Sin esperarlo teníamos la barriga llena de Doulma (un plato kurdo delicioso) y de más té. Su sobrina Pari, adornada en un colorido atuendo lila, estudia filología inglesa y con un perfecto inglés nos traducía las curiosas preguntas de toda la familia.
Antes de despedirnos nos hicimos una foto conjunta sazonada por la abuela, que segundos antes de apretar el click recordó que no tenía los dientes puestos y desató una carcajada que duró al menos 5 minutos.
Volvimos a la carretera y nuevamente un coche se hizo al lado en menos de 3 minutos, nuestro siguiente destino, Uramant Takht. El día comenzaba a caer y con el paso del tiempo aumentaba nuestra preocupación por encontrar un techo o un lugar donde dormir.
El camino a Uraman Takht es alucinante, hacía unos pocos minutos estábamos a 25 grados disfrutando de un soleado picnic y ahora nos encontrábamos atravesando la montaña por su cima acompañados de centímetros y centímetros de nieve al costado. La carretera serpenteante llega a asustar, pero no pesa más que la curiosidad de saber lo que hay al otro lado.
Si Avihang peleaba con la montaña lo de Uraman era una guerra mundial, niveles y niveles de casas trepaban por ella como si no pasara nada, el terrero plano escaseaba. A las 6 pm dejamos el último coche, nuestra cabeza no paraba de dar vueltas pensando en dos cosas: el frío que íbamos a pasar y donde carajos dormiríamos.
Dejamos el pueblo a píe para alejarnos un poco de las miradas curiosas. Casi con toda esperanza perdida nos dirigimos al mirador a las afueras desde el que pudimos avistar un pequeño pedazo de tierra verde que parecía no estar inclinado. A sus pies un valle, una cascada y un rio, en su cabeza una montaña nevada levantándose imponente. ¡Wow!, vaya vistas, vaya hotelazo. Plantamos la carpa después de conseguir hacer el pequeño descenso con las mochilas, buscamos un poco de madera para alimentar la noche y a la luz de la hoguera comimos. Nos despertamos con la misma cara de asombro con la que nos fuimos a dormir, ambos coincidimos, es el mejor lugar en el que hemos acampado hasta ahora en nuestros viajes. (pronto, con mejor internet subimos un video, tanto del lugar de acampada como de la carretera)
El plan siguiente era dirigirnos a Palangan, lo que no sabíamos es que habíamos acabado en otro punto muerto, para conectar ambos puntos tendríamos que volver a la carretera de Dezli. Nos pusimos las mochilas al hombro y caminamos Uraman cuesta arriba, igual nos costó 30 minutos cubrir la calle principal a pleno sol y surfiendo maravillas. En uno de los dencansillos un coche blanco retrocedió “¿Need help?”. Sacamos nuestro papelito en farsi y con una sonrisa nos subieron al coche.
Hamid y Simku iban hasta Merivan así que decidimos deshacer nuestros pasos y en vez de dar la vuelta que teníamos planeada volver por nuestras huellas. A ritmo de música Kurda y Enrique Iglesias (sí, todo muy bizarro) recorrimos los 60 Km que separan Uraman Takt de Merivan y volvimos a cruzar la montaña anonadados. Hamid y Simku tienen 22 años y ambos iban vestidos con el típico atuendo Kurdo, cuando nos bajaron del coche se partieron de risa al ver que yo llevaba unos pantalones como los suyos (que casi no me quieren vender en el mercado local por ser mujer pero que son la maldita cosa más cómoda del mundo). Después de la indispensable ronda de Selfies nos despedimos.
Jesper me dejó con las mochilas y de fue a comprar un poco de agua fría para paliar el calor, mientras lo veía volver un camionero se comunicó conmigo desde su tronito. Con señas apunto hacía adelante, yo levante dos dedos, él asintió y paró el motor a pocos metros. Así conocimos a Majid.
No teníamos ni idea de donde ir, todo se había movido más rápido y más fácil de lo que habíamos esperado. En el kiosko del agua a Jesper le comentaron sobre la cueva más grande del país (y la más grande del mundo con agua) localizada a unos 80 km al norte de Hamedan (entre Sanandaj y Teheran).
Majid fue nuestro compañero durante varias horas, a medio camino decidimos parar y comer Kebab como se manda, al solazo, con kilos de arroz y pan. Majid se dirigía a Teheran y gracias a el llegamos hasta Hamedan en menos de lo que canta un gallo, paró nuevamente el motor en el cruce con la ruta a Alisard. 10 selfies, 4 abrazos y 3 apretones de mano más tarde siguió su camino.
Todo se movía a toda prisa, ya pasaban las 4 de la tarde y no sabíamos si seguir intentándolo. Por si las moscas buscamos un lugar sobre el que acampar en caso de no poder continuar el camino hasta la cueva y mientras lo hacíamos Rojan paso su Peikan destartalado y nos subió sin preguntar.
Rojan hizo apenas unos 10-15 Km con nosotros pero aún así al bajarnos quería asegurarse de que otro coche iba a llevarnos. Se despedía de nosotros, se subía al auto y cuando veía que otro coche venía, se bajaba e intentaba pararlo. La cosa fue cómica y la escena se repitió al menos 5 veces hasta que lo convencimos de que estaríamos bien, aún así no se fue muy convencido.
En unos 5 minutos ya estábamos en otro coche que volvería a llevarnos por pocos Km hasta Gol Tappeh para dejarnos en la rotonda con el último cruce que teníamos que cubrir. Tal cual nos bajábamos del coche el conductor apuntaba con su dedo indice a un coche mientras repetía “¡Alisard!”. Apretamos el paso, nos acercamos y sin darnos cuenta ya estábamos de camino.
Llegamos a Alisard a las 7 pm y lastimosamente tuvimos que acampar a las afueras del pueblo cerca al campo de futbol, no fue la mejor noche de nuestras vidas pero hizo la labor y nos permitiría visitar la cueva a primera hora de la mañana siguiente. Teníamos un problema de presupuesto, la entrada para turistas costaba la friolera de 700.000 RS por persona y no sabíamos si íbamos a pagarlos. Los locales nos comentaron que para ellos la entrada costaba la mitad así que al día siguiente, después de un precario desayuno, nos dirigimos a la entrada con 700.000 Rs justos y pedimos dos tickets como si aquí no pasara nada. Funcionó. El relato y los detalles de la cueva y para llegar a ella (con la mayoría de transporte público) los tendréis en otro post.
La noche anterior pudimos volver a conectar al 3G y nos dimos cuenta de que habíamos sido citados por la embajada India al día siguiente para una entrevista (y ya no llegábamos) con lo que decidimos no dar más vueltas y volver a Teheran lo más pronto posible.
Salimos de la cueva después de un par de horas y casualmente uno de los operarios con los que estuvimos hablando nos encontró por el camino y nos abrió la puerta del coche en un lugar en el que no teníamos ni idea de como conseguir volver. Volvió a dejarnos en Gol Tappeh desde donde tomamos un minibus por apenas 25.000 Rs cada uno que nos dejaría en el anillo de Hamedan, a apenas 2Km de la salida a la vía con Teheran.
Por primera vez teníamos que hacer dedo en una ciudad de tamaño respetable (en Irán) y no sabíamos si la cosa iba a funcionar como esperábamos. Nos armamos con un pedazo de cartón y por primera vez en el país hicimos una señal de dirección. Caminamos hasta las afueras (hasta donde pudimos) y lo levantamos sin mucho éxito… En cualquier otro lugar del mundo el panorama no cambiaría, pero contra todo pronostico a solo 9 minutos una pareja aparco su coche y nos dio la bienvenida. Los últimos casi 300 Km que separan Hamedan con Teheran los hicimos con ellos y nuevamente la velocidad para movernos nos dejó anonadados.
La ruta por los pueblos Kurdos no salió como lo esperábamos, pero eso, como habréis visto, no es para nada algo malo.