Sobre nuestras cuatro ruedas: De Jujuy a Susques

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👋🏽 ¡Hola! Soy Valen

He llegaó desde muy lejos con mis trucos, mis complejos, una maleta llena de trastos y un cuaderno lleno de cuentos. 

Escribo mal y te hablo sobre viajar, emprender y vivir una vida un poco más simple y sostenible.

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¡Lo hicimos! Contra todo pronóstico, estadísticas y esperanza… lo hicimos. Conseguimos alquilar un coche. Mi licencia es desde enero apenas  y no dispongo ni de ella físicamente -lo que complicaba aún más las cosas-. El precio de los alquileres era algo impagable y aun así conseguimos alquilar un coche.

En Jujuy nos hicimos a uno. Rogamos para que el karma se hiciera con nosotros. Y así, como si nada, con una copia de mi permiso de conducir en el Mail, lo alquilamos. Decidimos tomarlo por cuatro días -ya que el precio sube- y también devolverlo en el mismo lugar. Nos encontrábamos a poco de la frontera boliviana. El auto nos permitiría conocer la zona sin ataduras, y luego ir directo hacia el norte sin parar.

Alquilar coche Jujuy

Salimos de Jujuy al siguiente día…día lluvioso. Fue horrible conducir por la ciudad. Pasamos por el camping, recogimos nuestras cosas y nos despedimos con una sonrisa en la cara; como niños con juguete nuevo. La realidad es que hacía mucho no había conducido y tampoco soy una experta en ello…pero bien…sin miedo…¡que carajo!.

Salimos al medio día en dirección a Tilcara. Antes de llegar nos equivocamos de ruta, así que deshicimos tres o cuatro kilómetros. En cuanto volvimos a nuestro camino nos encontramos a Luis, haciendo dedo. Evidentemente…paramos. Paramos más veces en el camino para dejar y recoger gente que para bajarnos del coche. Nos prometimos que, si no levantábamos a todo mochilero que pudiésemos,  luego no tendríamos derecho a quejarnos.

NOA Mochileros

Llevamos a Luis hasta Tilcara. No fue mucho pero sí una ayuda. En Tilcara paramos, comimos algo rápido y barato, y preguntamos en “turismo”. Nuestra idea era hacer una O al mapa y salir de la carretera principal. Cuando pregunté por dónde ir la respuesta fue bien clara:  “no mamita, ni se le ocurra, ha llovido mucho y esa ruta es solo para un 4×4”.  Como buena irresponsable decidí que nos meteríamos y que si las cosas se ponían feas daríamos media vuelta y ya está.

Cuando salimos de Tilcara Daniel esperaba un levante. Lo subimos al coche y nos dirigimos a Humahuaca. Allí lo dejamos esperando por sus amigos. Disfrutamos de los increíbles paisajes de su quebrada; dimos vueltas por el pueblo; fuimos hasta el pico mas elevado en la ciudad; conocimos a nuestro cactus mas alto. El día acompañaba y la música sonaba. Nos despedimos de Humahuaca y seguimos en dirección norte.

Quebrada humahuaca

En un solo día llegamos hasta La Quiaca y, por primera vez,  tuvimos problemas con las alturas. Dormíamos en el coche, puesto que lo que costaba era demasiado como para darnos lujos. Pasamos la noche en La Quiaca al lado de los camioneros. Gastamos un tanque entero para llegar hasta allí, recargamos combustible y, con un horrible dolor de cabeza, nos fuimos a dormir.

Nos despertamos a las seis de la mañana,  con las piernas que nos ardían. Por algún extraño motivo ambos teníamos el mismo dolor, el cual solo se hacia mas llevadero si las estirábamos en alto. Conseguimos dormir una hora más y tener las piernas en alto ayudó a que el dolor no fuese tan insoportable. Cocinamos algo para desayunar y salimos con el sol en dirección sur hacia nuestro primer camino de tierra.

NOA Mochileros

Para ello teníamos que volver a la altura de Abra Pampa y tomar la ruta 71. En efecto, es camino de tierra y a los pocos kilómetros vimos un cartel anunciando una laguna. Cambiamos de destino y tomamos la 7,  siguiendo las indicaciones; luego la 69. Bordeamos la laguna y vimos alguno que otro flamingo. Pasar era imposible con nuestro Renault Stylo. Dimos la vuelta y retomamos la 7 para encontrar la 70 y,  seguidamente, la 40.

Cruzamos dos ríos, con dolor en el alma y miedo. Cuando llegó el tercero decidimos regresarnos y renunciar a nuestra idea de dar la vuelta por allí. Fue un poco frustrante;  pero estábamos preparados para ello. Jesper condujo todo el camino de regreso. Su primera vez conduciendo y lo hacia por territorio argentino.

Ruta 40 Argentina

Seguimos hacia el sur. En medio de la carretera una familia con una 4×4 estacionada al lado nos paró. Se les había roto el tanque de agua destilada y no podían mover el coche. Nos llevamos a la madre y a uno de los niños con nosotros hasta Humahuaca, esperando que resolvieran el problema.

Seguimos hacia el sur. Al poco tiempo de salir de Humahuaca nos encontramos un grupo de cuatro personas. Paramos y nos llevamos a dos; iban a Purmamarca. También ese era nuestro destino. Pasado Tilcara tomamos el desvío por el que el día anterior nos habíamos equivocado; la ruta 52. Llegamos a Purmamarca, nos despedimos, dimos una vuelta por el hermoso pueblo con casas de adobe color tierra,  anclado en las montañas de los siete colores. Era parte de la montana misma. Decidimos cocinar allí, con esas hermosas vistas y darle a nuestro estómago algo de vida. Tomamos la decisión de seguir por la ruta 52. Nuevamente teníamos la idea de que acabada la 52 tomaríamos camino de tierra para volver a la civilización.

 

Salimos de Purmamarca con dirección a Susques. Comenzó a llover levemente. El camino se volvía un caracol que subía y subía…¡llegamos a las nubes! La tormenta era visible al lado derecho. La luz era de color rojo… todo era rojo o, al menos, lo poco que veíamos. El camino seguía y seguía subiendo. Fue una de las carreteras más hermosas por las que hemos estado.

Llegamos al punto más alto del que estuvimos en la provincia de Jujuy;  a 4200 metros de altura. Estábamos encima de las nubes. Dejamos la tormenta a nuestra derecha y nos dispusimos a bajar. La noche se nos echaba encima; otra tormenta era visible a lo lejos. Bajando nos paró una 4×4; tenían miedo de una granizada. Al parecer había llovido con fuerza por Buenos Aires con enorme cantidad de granizo y tenían miedo de dañar el coche. Para ser sinceros no teníamos mucha opción mas que seguir avanzando y esperar que la tormenta perdonara.

Ruta a Susques

Para nuestra mala suerte pasamos las Salinas cuando ya era de noche y no pudimos disfrutar del paisaje. Mientras conducía veía una tormenta en el retrovisor y otra a mi derecha, y cuando digo tormenta… digo tormenta… ¡rayos, truenos y relámpagos!. A nosotros apenas nos caía alguna gota.

Llegamos a Susques sin rasguños…de noche. Nos encontramos con un pueblo bastante particular. Las calles sin asfaltar,  la gente caminando alrededor; era un poco tenebroso, he de admitir. Desde allí se une con la frontera a Chile, pero ese no era nuestro camino esta vez. Preguntamos por una estación de servicio; habíamos vaciado otro tanque en un día. La gasolina allí estaba mucho más cara de lo habitual. Recargamos la mitad. Aparcamos el coche detrás de una pared y, con la luna llena de compañera, nos quedamos dormidos. Lo que no sabíamos es que al día siguiente tomaríamos la peor pesadilla y la mejor de nuestras rutas…

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