Nos despertamos con los primeros rayos del sol envueltos como burritos, habíamos conseguido dormir en Deosai y una gran parte del camino estaba hecho, pero inconscientemente aplazamos una de las preocupaciones que el día anterior nos tenía de cabeza. No sabíamos si la gasolina nos llegaría hasta Skardu, y era toda de la que disponíamos.
Saludamos a los chicos del campamento, compartimos un café, desmontamos nuestro chiringuito y volvimos a subirnos a La Bestia. Teníamos el culo cuadrado de las horas de ayer pero no nos quedaba otra opción, aún teníamos mucho camino por delante y con toda probabilidad se tornaría en complicado.
Volvimos a recordar las sensaciones del día anterior mientras recorríamos los últimos kilómetros de parque nacional, era simplemente alucinante. Una vez llegamos a Deosai Top comenzó el descenso hacía Skardu, ahora comprendía porque nos habían recomendado hacer el camino desde Astore en esta dirección, la cuesta es empinada y sin pavimentar, lo que la hace de complicado asenso. Paramos un momento para estirar y al subirnos a la moto se cumplió la peor de nuestras predicciones, la gasolina se terminó.
Hicimos caso omiso a Rao y sus palabras en la cabeza repitiéndonos “NUNCA, nunca bajéis con la moto muerta, es muy peligroso” porque la realidad es que no nos quedaba otra opción. Esperamos unos 30 minutos por si algún coche cruzaba y no vimos una sola alma, así que nos subimos a la moto y nos dejamos caer en lo que desde entonces conoceremos como “Tesla bike” (broma interna que se ha repetido con diferentes vehículos desde entonces). Por suerte la bajada era pronunciada y conseguimos hacer más de 20 kilómetros con la moto en punto muerto, llegamos a carretera pavimentada y aún no nos habíamos cruzado un alma hasta que pequeñas subidas comenzaron a aparecer por el camino, algunas las superamos, pero en otras nos bajamos a empujar la moto rogando por que no fueran demasiado largas.
En una de esas empujadas una moto paró a preguntarnos que pasaba, era Delu y su colega. Al decirle que no teníamos gasolina Delu bajó de la moto y como alma que lleva el diablo consiguió un pequeño tetrapak para pasarnos algo al tanque. (aprendimos como es de fácil sacarle la gasolina a la moto). Delu iba en dirección contraria, solía subir a Deosai a pescar, no queríamos pasarnos porque para él la gasolina también podía ser un bien escaso, pero se empeño en darnos un par de cargas y su número de teléfono por si sucedía algo.
El regalo de Delu nos duró unos 15 kilómetros más, y cruzando un riachuelo enorme nos volvimos quedar sin gasolina. Empujando la moto completamente empapados nos encontró un coche, se bajaron sus ocupantes, nos ayudaron a empujar y en una botella de agua volvieron a darlos algo para seguir con nuestro camino. Por suerte esta vez fue suficiente, y nuevamente un recordatorio de la hospitalidad infinita de este país, donde no solo te dan gasolina, sino abrazos y unas buenas risas.
Llegamos a Skardu agotados como era de esperarse, llenamos el tanque por 650 rupias y buscamos alojamiento por los pequeños hoteles del lugar. Terminamos en el Skardu continental, que era el que nos habían recomendado y nos pidieron 4000 rupias por la noche, por lo que muy amablemente nos disculpamos e intentamos seguir nuestro camino.
Para nuestra sorpresa, cuando nos estábamos subiendo en la moto el chico de la recepción salió a preguntamos ¿Cuánto?. Yo no quise ser grosera, la realidad es que nuestro presupuesto y precio medio era mucho más bajo de lo que nos habían ofrecido, una cosa es negociar y la otra ser irrespetuoso. Le dije exactamente eso a lo que me volvió a responder ¿Cuánto?. Le dije que 1000, y que no estaba mintiendo ni negociando, le dije que nos apañábamos con la habitación más simple que tuviera y después de 1 minuto de conversación aceptó y nos dejó quedarnos. Luego aprendimos que Rao pagaba 800 rupias por la habitación y que el truco de pedir de más (que ya nos habían hecho en Raikot Bridge) era común con extranjeros.
No nos quejamos, la realidad es que nunca fueron desagradables, todo lo contrario, muy atentos y encantados de que nos quedáramos allí. Nos mostraron un pequeño museo que tienen en la parte inferior del hotel y el dueño se hizo una selfie con nosotros (aún con los protectores de moto puestos).
Teníamos hambre por lo que nos hicimos con unos pocos snacks preparados para salir a buscar comida real después de Iftar. Salimos del hotel cuando creímos que la gente ya había hecho sus comidas y nos encontramos con un Skardu con corté de electricidad en pleno Iftar, supongo que la falta de luz había retrasado ligeramente los planes. La atmósfera era interesante, ni una sola alma por la calle, ni una sola luz. Todo lo que se veían eran tiendas con persianas a medio bajar iluminadas por la luz de una vela con unas 5 personas comiendo en círculos en una alfombra. Creedme, era mágico.
Nos sentamos a fumar un cigarrillo y a esperar un poco, en esas un hombre mayor de aspecto particular miró a Jesper y sin mediar una sola palabra comenzó a tocar su barba. Nos hizo señas para que le siguiéramos, nosotros hicimos caso sin saber muy bien que era lo que quería. Podría haberse tratado de “lo peor” pero por suerte estamos acostumbrados a que no es así en el 99.9% de los casos y vale la pena el riesgo por esa cantidad.
Después de cruzar un pequeño callejón terminamos en una barbería. Con algunas señas más le “preguntó” a Jesper si quería arreglarse la barba, ¿Por qué no?, así que ahí nos sentamos. Fue entonces cuando me percaté, al buen hombre el pulso le temblaba de una manera espectacular, me di cuenta justo cuando levanto la cuchilla y me temí lo peor, pero antes que de pudiera decir nada, cuando acerco la cuchilla a menos de un centímetro de la cara de Jesper el temblor desapareció por completo y comenzó su trabajo.
Yo lo miraba anonadada, el parecía disfrutar de tener un cliente extranjero. Pasados unos minutos mientras yo estaba distraída en el teléfono, escuché un “CRACK” fuertísimo y levante los ojos para fijarlos en los de Jesper que los tenía abiertos como platos. Le había crujido el cuello hacía un lado, los dos estábamos más que sorprendidos. Al ver la cara de sorpresa le preguntó si quería que le hiciera el otro lado, a lo que contra todo pronostico Jesper accedió. “CRACK” parecía que se hubiese roto algo, que maldita impresión. La sesión terminó, le entregó a Jesper un cepillito de plástico naranja que hoy después de casi dos años aún conservamos, nos cobró 200 rupias (le dimos 300) y nos despedimos. Volvimos a la calle principal, encontramos un pequeño restaurante, llenamos la barriga y volvimos al hotel.
Al día siguiente llamamos a Delu, queríamos darle las gracias por habernos ayudado, nos ofreció ser sus invitados para la celebración del fin de Ramadán, el Eid Mubarak. Nos explicaron como se trataba de algo muy familiar, luego todas las tiendas abrían hasta bien entrada la madrugada y la gente se paseaba por las calles, el largo mes de ayuno estaba apunto de finalizar e íbamos a presenciarlo desde un punto privilegiado.
Obviamente accedimos y al día siguiente allí terminamos, junto a su familia, comiendo como reyes y sintiéndonos infinitamente privilegiados y agradecidos por haber podido vivir todo esto en este hermoso país.
Después de la comida y un poco de charla, Delu y su primo se ofrecieron a llevarnos hasta los lagos a las afueras de la ciudad y terminar de pasar allí el día. Ambos iban vestidos de fiesta. Delu subió a su primo en su moto y nos guió por los caminos más insospechados hasta llegar a los Kachura lake (upper and lower). Dos lagos hermanos, el primero mucho más real donde alquilamos un pequeño botecito con el que cruzamos el lago, en la orilla se veía a niños y familias disfrutando de un baño. Al segundo hay que pagar para entrar, no recuerdo la cantidad porque lo hicieron ellos de su bolsillo y es más bien un complejo turístico donde no le encontramos mucho la gracia, más que parecer “bonito”.
Delu y su familia son de los mejores recuerdos que nos llevamos de Pakistán y les agradecemos infinitamente por su hospitalidad y su magia. Dejamos Skardu al día siguiente, no antes de compartir una cena con ellos a la que después de una liviana discusión nos dejaron pagar. Dejaríamos Skardu para volver al punto central de este viaje por Pakistán, Gilgit, a unos 200 kilómetros por vía sin pavimentar.