Recorrimos los 83 kilómetros que separaban Sost de Karimabad en unas pocas horas y nos encontramos con un pueblo enquistado en una montaña y sus callejuelas serpenteantes y adoquinadas llenas de pequeños comercios a rebosar.
Karimabad es un destino muy popular entre los locales y no es de sorprender después de ver el escenario. Conseguir alojamiento fue lo más difícil, los lugares que nos habían recomendado a buen precio estaban llenos. Después de negociar con varios establecimientos encontramos habitación en la “Royal Guest house” por 1500 rupias por ambos, es posible dormir en las tiendas de campaña que tienen en el jardín por unas 1000 pero sinceramente no valía la pena y como de costumbre, la electricidad era poco y apreciada.
El pequeño pueblo de Karimabad es la capital del vale de Hunza, uno de los lugares más visitados por los turistas locales, su nombre antiguo es Baltit, nombre que aún conserva el fuerte que corona la ciudad, construido en el siglo 17.
Por las calles de Karimabad pudimos ver por primera vez la primera realidad de Hunza, muy distinta a la que habíamos visto hasta ahora durante el viaje, las mujeres mucho más presentes en sus calles, muchos comercios de comida abiertos (algunos no realizan el ramadán) y en general una atmósfera más cercana y festiva.
La mayoría de los habitantes de Hunza son ismailíes, una rama del islam que toma su nombre de la aceptación del imam Ismail y aunque fue durante un tiempo en el pasado una de las ramas más aceptadas del Chiismo, es hoy en día algo muy distinto. El Chiismo se desarrollo en dos variantes mayoritarias, entre ellos los ismailíes que profesan doctrinas complejas e influidas por el neoplatonismo y creencias de otras religiones.
Estaríamos solo de paso en Karimabad, suficiente para visitar la colina que da base al fuerte de de Baltit, al que no entramos no solo por el precio (nuevamente 800 rupias por extranjero) sino también porque llegamos a pocos minutos de su cierre a eso de las 5 pm. Aún así es recomendable hacer la pequeña caminata hasta la base, las vistas son de fuera de este mundo.
A la mañana siguiente nos hicimos con provisiones de samosas y pakoras con la idea de visitar otra estrella entre los locales, Duikar, “el nido del águila”, un punto desde el cual es posible ver la cordillera en su máximo esplendor con más de 7 picos en la distancia, todos de más de 7000 metros de altura, entre ellos el que sería nuestro siguiente destino, el Rakaposhi (7788 metros).
*El resto son Lady Finger, Diran Peak (7273m), Ultar I (7388m) ,Ultar II (7310m) Ultar Glacier Golden Peak / Spantik (7027m).
Nos acomodamos y estuvimos admirando el infinito al menos 2 horas acompañados de un par de zumos y unas bolsas de patatas… Viajar en Ramadán no era complicado, lo único difícil era encontrar comida consistente antes de que saliera el sol pero sinceramente aquellos que nos cruzábamos nos solían preguntar siempre preocupados si habíamos comido y bebido algo durante el día.
Desde Duikar nos esperaba una bajada de unos 40 minutos hasta la KKH (Karakoram Highway) y de allí otros pocos 40 más hasta la entrada a la montaña que justo acabábamos de admirar con tanta ilusión. Tomamos rumbo a Minapin con la intención de subir hasta el campo base del Rakaposhi en los siguientes días y encontramos alojamiento en el Osho hotel por 1000 Rupias. Pudimos compartir el Iftar con toda la troupe de la residencia en un restaurante raramente abarrotado por oriundos de Gilgit que recorren los 60 km de distancia solo para disfrutar de la cocina de Osho al caer la noche.
No vamos a mentir, es de lo mejorcito que hemos probado, Osho y sus ayudantes cocinan en ollas de piedra de hace cientos de años dandole a sus guisos un sabor especial. Gracias al el pudimos probar Dauro y Alu Sharo (una tarta de carne deliciosa) y se convertiría en nuestro menú durante varios días, siempre acompañados de los cocineros y trabajadores celebrando la hora de comer.
Con la barriga llena preparamos la mochila con las cosas necesarias para subir al campo base del Rakaposhi al día siguiente.