Dejamos Naran a primera hora de la mañana con la ropa aún mojada. Era necesario salir a la ruta cuanto antes ya que para poder cruzar el paso de Babusar hay que hacerlo antes de la 1pm. Por primera vez en nuestra moto nos pondríamos a más de 4000 metros de altura, no iba a ser fácil, eso seguro. Una vez pasado Babusar podríamos retomar la Karakoram Highway y la historía sería otro cantar.
Lee el relato anterior: de Islamabad a Naran
El paisaje se transformaba en alucinante conforme los kilómetros pasaban. Las comparaciones son malas pero por momentos nos imaginábamos en Suiza o no sé, Canada. Mientras disfrutábamos del paisaje me preguntaba a mi misma si jamás me habría imaginado una situación como tal. En mi cabeza todo lo que existía antes de Pakistán lo podría haber resumido en “Terroristas y arena” (obviamente no era así de exagerado pero oye, no iba mucho más lejos) y ahora mis ojos se paseaban anonadados por todos aquellos paisajes indescriptibles.
Cada dos minutos tenía que hacerle toquecitos en la espalda a Jesper para que bajara la velocidad, ya con los kilómetros que llevábamos a la espalda me había convertido en la reina de la cámara, de los accesos a las botellas de agua, del gps, vamos “la chica para todo”, estábamos disfrutando, incluso con el inesperado frío como niños de esta experiencia.
Poco a poco la nieve se fue haciendo más evidente, los paisajes verdes desaparecieron y una nube negra comenzó a perseguirnos por el camino. Al mirar hacía el horizonte lo vimos claro. Estábamos a pocos kilómetros y nos iba a tocar a hacerlos con tormenta encima. La moto comenzaba a calarse, Jesper aún no tenía controlado del todo el tema de las marchas, las nubes avanzaban y llegó un momento en el que no tuvimos otra que parar a ponernos ropa, encontrar un refugio era imposible.
Cuando menos lo esperábamos comenzó a granizar y decidimos parar la moto y largarnos a reír, no había mucho que pudiéramos hacer, la idea era disfrutar del camino. Las piedras dejaron de caer durante un momento por lo que decidimos seguir subiendo, poco a poco, con calma y preocupados por el clima.
Cruzamos Babusar Top a eso de las 11 am y el camino se tornó en un suplicio, la temperatura fácilmente se encontraba bajo cero y toda nuestra ropa empapada, Jesper temblaba haciendo la bajada de serpiente a toda prisa para intentar recuperar altura y, por lo tanto, temperatura.
La carretera de bajada estaba repleta de furgonetas y gente recogiendo el hielo de los glaciares en sus coches, a bloques. Luego llevarían los bloques a las ciudades y de ahí vivirían una gran cantidad de neveras. No dejaba de causar curiosidad verlos en la tarea. En menos de 30 Km la temperatura cambió radicalmente, pasamos de un paisaje helado y blanco a una zona polvorienta, casi desértica y a más de 20 grados de temperatura. A los pocos kilómetros recuperamos la Karakoram y la carretera deja de ser una prueba.
Nuestra intención era hacer parada en Raikot Bridge, el punto de partida de los jeeps a Fairy Meadows, sin embargo el único hotel de la zona quería cobrarnos 5000 Rupias por pasar la noche (50 USD) con lo que decidimos seguir tirando e intentar llegar hasta Gilgit. Gilgit se encuentra a mitad de camino de todo y se transforma fácilmente en el punto de partida de casi cualquier excursión al norte. A Gilgit volveríamos no una, ni dos, sino tres veces más en el futuro para retomar nuestro camino.
Encontramos una Guest house donde pasar la noche por 1000 Rp y salimos a disfrutar de las calles en silencio del momento de Iftar. Todas las tiendas bajan persiana por una media hora, si eres curioso podrás ver dentro a todos los vendedores compartiendo la cena, como si de algo sagrado se tratase. Una vez pasado el ayuno es hora de comer y nadie puede perderse ese momento, las ciudades se vuelven fantasma durante 30 minutos de indescriptible calma.
Decidimos descansar en Gilgit un par de noches antes de seguir nuestro camino al norte. Queríamos llegar hasta la frontera con China, el paso de Khunjerab a casi 4,700 metros de altitud.