Dejamos el valle Kalash con un sentimiento amargo sabiendo que probablemente no volveríamos a verlos. Nuestro siguiente destino sería Dir, desde donde partiríamos al valle de Swat, uno de los puntos más visitados del país antes de la invasión Taliban.
La distancia entre el valle Kalash y Dir son apenas 110 kilómetros pero Google marca la distancia a 4 horas por lo que no podíamos más que esperarnos lo peor. El camino desde Amin hasta Mirkhani esta en perfecto estado y fue nuestra primera etapa. Teníamos pensado poner gasolina cuanto antes ya que no hay manera de hacerlo en todo el valle con la mala suerte de que se nos terminó en plena carretera. Algunos nos decían que a unos 8km se encontraba el punto más cercano por lo que comenzamos a empujar la moto sin mucha fe. Pasados unos minutos un enorme tractor paró enfrente de nosotros y sin hablar una sola palabra en idioma común terminamos enganchados con un cable desde la parte trasera hasta el manillar. Todo el que pasaba se partía de la risa (nosotros incluidos) y como apenas si iba a 10 por hora la fuerza era controlable.
Conseguimos llenar el tanque, le dimos las gracias a nuestro salvador y seguimos hasta Mirkhani donde pasamos un punto de control después de querer seguir recto por la carretera pavimentada y de escuchar desde atrás un grito que decía:
¡No no no no no, Afganistan!
En efecto, a mano derecha se seguía hacía la frontera con Afganistan y si bien en este puesto de control casi nos pasamos, más adelante se veía un fuerte operativo militar esperando. Dimos la vuelta con una risita de tontos y comenzamos el registro de paso. Mientras nos hacía las preguntas de siempre y escribíamos los números de nuestros pasaportes nos preguntó cual era nuestro destino, a lo que respondimos rápidamente “Dir”, si siguiente pregunta fue confusa para mi en ese momento, sobre todo por su reacción final. “On that bike?” (En esa moto?). Cuando respondimos que si soltó una risita que no comprendí hasta el final del día.
Seguimos nuestro camino como si nada y la carretera desapareció convirtiéndose en básicamente piedras, el estado era MUCHO peor que el de Deosai y la subida más pronunciada. La velocidad no era más de 10 kilómetros por hora y en una cantidad incontable de ocasiones yo tenía que bajarme de la moto para que a moto avanzara. Comenzamos a preocuparnos, si todo lo que nos quedaba era sí no íbamos a llegar, desde luego no íbamos a llegar con la moto.
De alguna manera le fuimos pillando el tranquillo y entre subidas y bajadas de la moto fuimos avanzando. Paramos un poco a descansar algunas veces después de tener que empujar la moto entre ambos y así pasaron las horas hasta que llegamos a un punto crítico.
El camino se transformo en una serpiente infinita que no paraba de subir, hemos hecho carreteras y pasos de montaña impresionantes, pero nada como esto. La filosofía era intentar no parar por si no podíamos volver a arrancar la moto por algún motivo y así tiramos durante otra hora hasta que llegamos a un control policial.
Aquí comenzó la tortura con las escoltas, la zona de Swat y dir, al ser muy cercana a Afganistán y haber sufrido los peores estragos de la guerra, suele ser un punto en el que se necesita NOC y escolta. Nosotros, realmente por desenterrados, al venir de Chitral sin haber hecho ese paso nos habíamos saltado todo el protocolo y los estábamos volviendo locos.
Lo bueno de ir dos en la moto es que es imposible para ellos subirse en ella y ofrecernos la escolta, por lo que tenemos la excusa perfecta, por otro lado, al no saber que llegamos no disponen de coche, moto u oficial que pueda acompañarnos. Lo malo es que en algún caso se empeñaran en hacernos esperar hasta que este último llegue y en ese caso sinceramente el tiempo era oro, porque a ese paso no íbamos a llegar a la ciudad. Después de una pequeña discusión, un té y unas risas conseguimos seguir adelante y seguimos subiendo hasta llegar a Lowari Top.
El frío era impresionante, justo en la cima pasamos otro checkpoint. El soldado que apareció de la caseta tenía la cara tapada y parecía un armario, por un momento nos temimos lo peor, tener que esperar a apenas 5 grados por la escolta. Por suerte el tipo no pareció preocuparse por el tema y nos dejó comenzar la bajada.
Si la subida era horrible la bajada era peor, pero or motivos distintos, era casi imposible mantener la moto en linea de la cantidad de rocas en el camino, de hecho, llego un momento en el que tropezamos con la piedra incorrecta y nos caímos, la moto nos cayo encima. Por suerte fue hacía el lado izquierdo por lo que no tuvimos quemaduras de ningún tipo, por suerte fue a velocidad casi irrisoria por lo que no fue peligroso y gracias a la precaución de los protectores de rodillas y manos nos ahorramos rascadas y golpes inútiles. Eso sí, mi brazo quedó adolorido de la caída hasta los siguientes dos días.
Al vernos resbalar bajaron caminando algunos obreros trabajando en la zona y nos ayudaron a levantar todo, no son antes ofrecernos otra tasa de té, que por supuesto aceptamos. conseguimos volver poner todo en orden y continuamos. Ya llevábamos más de 4 horas en la moto y no parecíamos acercarnos.
A cierto punto de la bajada volvimos a encontrar un control policial con dos soldados de lo más dicharacheros y unos cuantos levies. Esta vez no pudimos escaparnos y no nos quedo otra que esperar a que un escolta viniera. A eso e los 20 minutos apreció un policía con una moto que nos hizo seguirle una parte del camino hasta que algo que aún no nos había pasado nunca sucedió. Pinchamos.
El pobre policía no sabia que hacer, pero nosotros no podíamos movernos y comenzaban a verse notas de tormenta. Finalmente tomó la decisión de llamar refuerzos en eso de otros 20 minutos llego una camioneta con otro 4 policías que subieron la moto a la parte de atrás y a nosotros. La verdad es que no podíamos haber tenido que contar con escolta en otro momento más que en ese porque sinceramente nos salvaron de una buena.
Todo parecía ir sobre ruedas, estábamos ya acercándonos a Dir cuando pasó nuevamente lo inesperado… La rueda trasera del coche pinchó. Que puta locura, la carretera era insufrible y ni tan solo el Jeep lo había soportado. Avanzamos como pudimos con la rueda del coche pinchada, la moto y unas 6 personas dentro hasta el siguiente mecánico donde arreglamos la rueda del coche, la nuestra a estas alturas de la vida no nos preocupaba demasiado.
Durante ese momento sucedió algo de lo más inusual y la única vez que me he sentido incomoda en todo el país. Uno de los policías (uno nada feo la verdad) comenzó a pedirme que abrazara al resto de sus camaradas, a lo que yo obviamente me negué. El tipo no parecía entender porque y término soltando algo así como “Pero si allí abrazáis a todo el mundo” a lo que le respondí “No, abrazamos a todo el que queremos abrazar y yo a vosotros no quiero abrazaros”.
Realmente el problema fue de choque cultural, como bien dijo se da a entender que por este lado del mundo somos unas sueltas sin ningún tipo de problema en ir arrimándonos a todo sin entender que es nuestra decisión a quien nos arrimamos. Por suerte después de la conversación la insistencia ceso, aunque tuve que tener unas palabras con Jesper por si la cosa se tornaba en fea, al fin y al cabo estábamos en medio de la nada con 6 tipos armados. Es, de verdad, el único momento de incomodidad real en el país, aunque para ser honestos el resto de la estancia en Dir y en Swat en general no fue agradable, pero me estoy avanzando a los acontecimientos.
Una vez en Dir querían que algunos guardas se postraran en la puerta del Hotel Almanzar (donde nos alojamos por 1000 rupias la noche) para hacernos la escolta. Sinceramente queríamos estar solos, conseguimos convencerlos escribiendo y firmando una carta detrás de una fotocopia de nuestro pasaporte diciendo que nos negábamos agradecidos a la escolta y que nos hacíamos completamente responsables de nuestra seguridad y de lo que pudiera pasarnos. Si bien es verdad que es una zona que puede ser tensa en algún momento, no vimos tampoco una amenaza directa y ellos básicamente necesitaban algo que presentar a su oficial como prueba de que éramos nosotros los que lo habíamos pedido.
El hotel donde nos alojábamos fue grande en el momento de auge del turismo en el país y se ve claramente en el libro de visitas, así como se ve también el momento en el que todo paró, hasta 2004-2006 se ve una cantidad importante de turistas pero desde entonces apenas había algunos mensajes. Conseguimos hablar con el dueño del hotel, un tipo super amable y atento que nos contó como el negocio se había ido al garete desde entonces y básicamente sobrevivían como podían.
A la mañana siguiente caminamos por Dir y nuevamente sentí esa incomodidad que hasta ahora nunca había aparecido. La realidad es que si antes apenas se veían mujeres de noche aquí apenas se veían de día y las pocas que se veían completamente tapadas con Burqa y guantes de pies a cabeza al estilo Afgano, algo que no habíamos visto en ningún otro lado del país. Las miradas de los extraños eran mucho más frecuentes y mucho menos amenas, más en una inquisición de que hacían allí dos extraños que con la curiosidad que habíamos experimentado en otros lados. Como podéis ver ni fotos hicimos de la ciudad.
El segundo día apenas salimos del hotel, pero decidimos quedarnos en la ciudad descansando, el brazo aún me dolía y teníamos buen internet. Cuando finalmente decidimos ir dirección a Swat nos dimos cuenta de que tampoco podíamos hacer el camino en una sola jornada. Teníamos pensado ir directos de Dir a Kalam hasta que hablamos con los locales que nos dijeron que la carretera podría estar en MUY mal estado y es de hecho más que posible ya que los 120 Km que separan la ruta toman 6 horas según google maps. La otra opción sería ir de Dir a Mingora y de allí a Kalam, lo que nos tomaría 250km pero 8 horas de conducción según el mapa, así que tendríamos que hacerlo en dos jornadas.
Salimos temprano para encontrarnos con la pesadilla del trafico de esa carretera, que era el peor que habíamos encontrado hasta ahora. Una carretera estrecha con apenas espacio para ambas lineas y con muchísimo tráfico. Los minibuses y los camiones de pollos pasan a toda velocidad a apenas unos metros. Lo estábamos pasando mal.
Conseguimos mantener la compostura hasta que llegó lo que sería el peor momento del viaje, el único momento de este viaje en e que realmente temí por nuestras vidas (no la primera vez, eso ya me había sucedido con la crecida del río en San Cipriano, Colombia). Nos manteníamos a la izquierda al máximo y dejábamos pasar a todo el que podíamos mientras intentábamos no estresarnos, Jesper tenía los brazos encalambrados del estrés y no era desde luego el mejor camino y mucho menos el más bonito. Por momentos nos preguntábamos si no había sigo mejor intentar la ruta interna en vez de sufrir semejante tortura.
En cierto punto un minibus se nos pegó a la parte de atrás a manera exagerada, por lo que hicimos espacio para dejarlo pasar, algo que no dudo en hacer en cuanto tuvo un segundo. Tenéis que entender que ellos pasan y les da completamente igual si tu cabes o no, si viene un coche desde delante, algo que suele pasar con bastante frecuencia, te pasan y se arriman a la izquierda de inmediato. Tal fue así que sucedió y el minibus no nos tumbó de puto milagro. Jesper de hecho separó la moto del bus en cierta manera con una patada y dado el esfuerzo la moto se desestabilizo haciéndonos temblar la rueda de delante a 60 km por hora. Nos vi sinceramente en el suelo. No sé como Jesper consiguió parar la moto sin que nos pasara nada para desvelarme que no lo había podido hacer antes (y que quizá fue el motivo de no tomar una decisión brusca que nos hubiese hecho caer) porque uno de los frenos se había roto.
Una moto que iba detrás nuestro vio lo que sucedía y cuando conseguimos parar se bajo a preguntar si estábamos bien. Ambos estábamos temblando.
Finalmente seguimos el camino hasta llegar al primer mecánico, arreglar el freno y hacer parada en Mingora, agradeciendo que estábamos vivos y enteritos. Aún teníamos que llegar a nuestro último destino antes de volver a la ciudad y nos quedamos a la puertas del valle de Swat para seguir con el camino al día siguiente, pero por hoy había sido suficiente.
Sinceramente nuestra visita a Swat fue una perdida de tiempo y nos hizo pasar un peaje demasiado caro con nuestro cuerpo y cansancio. Al día siguiente condujimos todo el día por el valle hasta llegar a Kalam, no sin antes tener otro pinchazo. Llegamos a Kalam al día siguiente con la lluvia encima, completamente mojados y con un clima horrible. Encontramos un hotel por 1200 rupias y apenas salimos a comprar algo de comer por la noche con una tormenta enorme en nuestras cabezas. Teníamos la ropa intentando que se secara e íbamos a esperar un par de días por si el tiempo mejoraba para conocer la zona. Al día siguiente nos despertamos agotados y tomamos la decisión de volver, no tenía sentido, estábamos cansados física y psicológicamente y no estábamos disfrutando de la zona en absoluto, además de solo pensar en tener que volver a la carretera que nos había dejado temblando se nos tensaba la espalda.
Dejamos Kalam un día después sin haber visto mucho más que el camino hasta allí, la moto pincho de nuevo, habíamos cambiado las cámaras pero no paraba de dar problemas. Conseguimos repararla en medio de la nada con el kit gracias a la ayuda de unos cuantos transeúntes de la zona, era nuestro cuarto pinchazo en 4 días, definitivamente algo estaba pasando y no lo estábamos disfrutando. Conseguimos llegar solo hasta Besham antes del anochecer, allí encontramos un pequeño hotelito por 800 rupias la noche, aún nos separaban más de 600 kilómetros de Lahore, lo que se traducía en al menos 4 jornadas si seguíamos a este ritmo. Por suerte Besham ya formaba parte de la Karakoram y las velocidades iba a ser muy distintas.
Al día siguiente salimos tempranísimo y avanzamos todo lo que pudimos sin apenas hacer paradas, pensábamos llegar hasta Rawalpindi pero la noche se nos tiró encima y solo conseguimos llegar hasta Haripur, una ciudad de carretera que no tiene absolutamente nada y donde casi no conseguimos un lugar donde dormir. Por un momento nos planteamos poner la tienda de campaña pero la zona ya era bastante habitada y no sabíamos ni donde hacerlo. Finalmente encontramos un hotel de mala muerte por 500 rupias la noche donde el calor era insoportable y las ratas paseaban como Pedro por su casa por la terraza (ósea, o era morirme de calor o con las ratas y preferimos la primera). Desde luego las cosas no parecían mejoran y cada día que pasaba estábamos más asqueados pero como no encontrábamos un lugar medio digno para descansar no nos quedaba otra que seguir avanzando.
Nuestras ansias de llegar eran tantas que el último día de viaje hicimos nada más y nada menos que los 430 km que separan Haripur de Lahore y llegamos a la ciudad en plena hora punta en medio de un atasco infernal del que nos tomó casi 2 horas salir.
Finalmente en Lahore volvimos al Lahore Backpackers donde nos alojamos una semana entera, tiempo durante el que dijimos adiós a nuestros amigos, arreglemos y vendimos la moto a su siguiente propietario. La aventura pakistaní había terminado.