Salimos de Gilgit después de dos días de descanso, conocer algunos personajes en la ciudad y reparar los frenos de la moto (300 rupias), cambiar la caja de cambios (1400 rupias) y hacerle un cambio de aceite (400 rupias cada 1000 km).
En nuestra primera jornada cubriríamos los más de 180 km que separan Gilgit de Sost en un viaje de unas 6 horas sobre la moto. La verdad es que puede resultar cansado pero el paisaje vale tanto la pena que casi ni te acuerdas de las horas con las piernas encogidas. Tardamos tanto porque cada relativamente poco parábamos para hacer fotos y tomarnos algo con un cuadro alucinante delante. La inmensidad de las montañas es simplemente sobrecogedora
En medio del camino cruzamos los túneles que permiten el paso al Lago Attabad, un lago inexistente hasta el 2010 en el que una inmensa avalancha sepultó la zona el 4 de enero de 2010. La avalancha desplazó a más de 6000 personas de sus hogares y destruyó por completo la carretera hacía la frontera haciendo que miles de personas quedaran completamente incomunicadas y en falta de comida y recursos.
Durante más de 5 años la carretera permaneció inundada hasta septiembre de 2015, fecha en la que se inauguraron los actuales túneles que hacen posible la circulación, un conjunto de 5 túneles que cubren 7 km de la actual Karakoram (si viajas en moto lleva abrigo, hace frío dentro!). Durante esos 5 años la única manera de cruzar era subiendo el vehículo en pequeños y coloridos barcos de madera que hacían el recorrido.
Después de cruzar los túneles decidimos bajar de la moto en lo que parecía un pequeño pueblo al lado del río, disfrutar del paisaje y comernos las samosas que solíamos comprar cada mañana para el camino. Un hombre se acercó a nosotros con una sonrisa enorme en la cara. Se presentó como Sarwar y nos contó su historia, él y su familia lo habían perdido todo ese 4 de enero y hasta hace poco habían conseguido reconstruir parte de lo que tenían creando un pequeño camping al lado del rio.
Nos despedimos de Sarwar con la misma sensación de siempre, esas ganas de quedarnos y conocer a todo el mundo en este país tan sorprendentemente amable y hospitalario. Su última frase “lo perdí todo, pero tengo a mi familia, soy feliz” y mientras lo decía le pedí una foto de la que estoy muy orgullosa, una de las imágenes más hermosas de este viaje.
Aunque todo el tramo es fácil y ameno al ser parte de la Karakoram Highway llegamos a Sost bien entrada la tarde (casi noche) después de hacernos selfies con la mitad del país viajando por la zona, las paradas y las charlas del camino. Lo bueno de la moto es que puedes buscar alojamiento sin preocuparte mucho por el precio, si no te gusta tienes la libertad de irte a otro. Seguro que es posible acampar y aunque viajábamos con el equipo, en los pueblos nunca lo necesitamos. Al trabajar durante el camino se echa de menos una cama y un poco de electricidad, aunque sea a ratos.
Encontramos refugio sin problema en la carretera a pocos minutos de Sost en el hotel Holidays hotel por 1000 RP la noche y una vez descansados nos subimos nuevamente en la moto a buscar algo de comer. Era de noche y hasta entonces no habíamos estado en carretera una vez oscurecía, pero a esas horas parece ser que éramos los únicos con la intención de movernos en todo el país.
La búsqueda de comida nos llevó hasta el pueblo, donde descubrimos que Sost no es más que el puerto de entrada y salida de los camioneros hasta y desde China. Decenas de camiones aparcados a ambos lados de la carretera adornaban el camino y animaban el ambiente. En un pequeño hotel nos prepararon pollo al ajo al estilo chino (o eso nos dijeron) y después de la comilona volvimos al hotel a dormir con la intención de llegar hasta la frontera y volver a Sost el día siguiente.
Salimos de Sost a eso de las 9 de la mañana después de repostar, nuevamente el paisaje no decepcionaba, hay momentos en los que la inmensidad es abrumadora. El paso Khunjerab nos esperaba, sus más de 4,600 metros de altura lo convierten en la frontera más alta del mundo además de el punto más alto de la Karakoram Highway. El paso fue completado en el 1982 con la ayuda del gobierno chino (y con su interés por llegar al océano). El paso está cerrado de noviembre a mayo debido a su altitud y a la alta presencia de nieve en la zona.
Unos 30 kilómetros en el camino nos encontramos con el primer coche, un coche varado lleno de un grupo de chicos de Islamabad en sus vacaciones. Su rueda había pinchado y no habían conseguido cambiarla… La suerte no les deparaba nada mucho mejor, solo los coches y camiones que van a China o a visitar el parque pasan por esa zona por lo que el trafico y por tanto las posibilidades de recibir ayuda eran casi nulas.
Seguimos nuestro camino sin poder ayudar demasiado, no disponían de cruceta para sacar la rueda y el pinchazo era digno de admirar… Nos despedimos con sonrisas y abrazos. Nuestra alegría no duraría mucho al descubrir que para llegar al paso hay que pasar un parque nacional, eso no habría sido un problema de no ser porque la entrada para extranjeros es de 800 rupias por persona, unos 16 dólares por ambos solo por unos pocos kilómetros en moto. La entrada para locales es de 80 rupias (una décima parte) Tomamos la difícil decisión de plantarnos en la entrada del parque, a tan solo 42 kilómetros de la frontera.
Volvimos con la cabeza un poco baja para encontrarnos nada más y nada menos que a los mismos chicos allí esperando. Saqué el inflador de nuestro equipaje (una bomba manual de no más de 20 cm) y entre risas y mucho ejercicio nos pusimos entre todos a intentar levantar la rueda con la esperanza de que los llevará hasta la estación en Sost. No los volvimos a ver, así que asumimos que llegaron a su destino.