Nos despertamos con las maletas repletas de bichos. Fue una mañana entretenida… deshacer y rehacer el equipaje junto al río. Salimos de nuestro escondrijo y levantamos el dedo. Jonny nos llevó hasta Puerto Aysen mientras hablábamos de su hijo y de su trabajo. Puerto Aysen fue un pequeño problema porque tuvimos que deshacer veinte kilómetros para volver a la ruta 7 -la austral-. Francia y su pareja nos recogieron en Aysen y, aunque iban a Coyhaique, nos llevaron hasta el cruce que continúa la carretera. El siguiente destino sería Mañihuales.
Llegamos al cruce y éramos los primeros. Un camión y un auto estaban aparcados en el mejor lugar, así que seguimos un pelín adelante. A los quince minutos apareció nuestra primera competencia… ¡una abuela de unos sesenta años! ¿Quién puede competir con eso?
Esperamos a que alguna alma cándida levantara a la abuela para poder hacer dedo en toda regla. ¡Tardamos alrededor de dos horas! Una media de un coche cada quince minutos pasaba por el lugar y se habían llevado a todo aquel que aparecía; menos a nosotros. Finalmente un chico se apiadó y nos llevó. De hecho nos llevó a cuatro; los cuatro que esperábamos en la estación de bus.
Llegamos a Mañihuales muertos de hambre. Decidimos que lo mejor sería esperar a que los otros dos consiguieran un levante mientras nosotros comíamos. Cocinamos algo rápido y volvimos al ruedo. Llegó un bus que, al parecer, iba a nuestro nuevo destino: Puyuhuapi. pregunté por el precio… nada más y nada menos que seis mil pesos por persona. ¡No!
Esperamos y esperamos… el bus seguía allí. Finalmente apareció una pick-up con dos chicos. Nos comentaron que solo iban unos treinta kilómetros al norte… nos pareció bien. Al bajarnos nos dimos cuenta de lo solitario del camino. Ni un solo auto pasó en unos quince minutos… en ninguna de las direcciones..
El bus reapareció, esta vez por el camino. Volví a pararlo. Con una sonrisa le pregunté de nuevo: ¿Y desde aquí cuánto?… cinco mil… ¡Nos subimos!
El Viaje a Puyuhuapi pasó por una carretera de ripio de sesenta kilómetros. El bus paraba durante su recorrido haciendo negocio con los pobres que -como nosotros- habían quedado abandonados por el camino. Llegamos a Puyuhuapi, un pequeño pueblo turístico y de pescadores. Buscamos un lugar donde acampar sin pagar, ya que lo que nos quedaba se nos había ido en el bus. Al día siguiente teníamos planes de visitar el Parque nacional Queulat. De momento decidimos dormir, otra vez al lado de un río -sin tanto glamour como el último-.
2 Responses
¡La increíble carretera austral!
Estamos justo ahora recorriendo esta zona, pero al revés que vosotros, de norte a sur. Aunque empieza ya el frío, podemos disfrutar de los colores del otoño que son magníficos.
No sé cuando la recorristeis vosotros, pero hay tramos en los que en esta época realmente no pasa nadie, aunque supongo que en verano es distinto.
Un abrazo muy fuerte desde Cerro Villa Castillo
En realidad no pasa apenas nadie, es duro el dedo ahí pero logramos seguir adelante 🙂
Mucha suerte en lo que queda de viaje!