La Carretera Austral no era una mala opción, teniendo en cuenta que solo disponíamos de la ruta 40 argentina como plan. Volver a la ruta 3 nuevamente -y deshacer lo andado dos veces- era perder tiempo en zigzags sin sentido. Para ser sinceros, el paisaje que ofrece este lado de la cordillera es mucho mejor que la pampa desértica.
El problema es que se nos está complicando el hacer dedo. Pasan pocos autos y los tiempos de espera aumentan y yo, como bien sabréis, tengo poca paciencia. Muchos caminos son de ripio, con lo que te dejan cubierto de polvo a ti y a tu mochila. El agua escasea, a menos que vayamos cargados de ésta hasta el culo.
Coyhaique es una ciudad bonita -al menos a ambos nos sorprendió-. No es muy pequeña ni muy grande. Tiene todos los servicios sin ser una central del turismo. No sabíamos que habían campings dentro de la ciudad, así que cuando el colectivo nos preguntó dónde dejarnos le dijimos que a la salida; allí buscaríamos algún camping. Más tarde nos encontramos con un par de norteamericanos que nos aseguraron que los campings dentro de la ciudad son caros y sucios; por lo que no nos sentó muy mal.
Caminamos un par de kilómetros al norte por la carretera austral. Primero encontramos un supuesto camping, pero al bajar apenas había nada… una casa familiar. Me pedían cuatro mil pesos por persona y yo ni veía la zona de acampada. Según el dueño se encontraba más abajo, cerca al río. Intenté negociar el precio pero no quiso dar su brazo a torcer, así que nos fuimos.
Pasados unos quince minutos más de camino os encontráis con la reserva natural. Allí podéis acampar si lo deseáis. Hay que pagar por la entrada y también por el camping; pero si pensáis hacer algún sendero esta una buena opción. Nosotros optamos por el que está justo al lado de la reserva, el Camping Alboreda. Se hacía de noche y lo que más nos interesaba era un lugar en donde dormir. El precio también era de cuatro mil pesos, pero por lo menos esta vez parecía un camping. En realidad era un lugar bonito, con enormes parcelas, duchas dignas y un pequeño refugio independiente en cada parcela con electricidad. ¡Allí nos quedamos!
Hicimos una parada técnica en Coyhaique. Si pasan por allí les recomiendo que lo hagan. No se olviden de pasar por la información turística, una de las más completas que conozco. Háganse con un mapa de la región de Aysen y un cuadernito explicativo de las actividades de la zona. En la calle General Parra disponen de internet a trescientos pesos la media hora -¡genial!- y te dejan acceder a su wi-fi desde tu computador.
En la calle Lautaro tenéis dos supermercados enormes. Aprovechad para comprar víveres allí, ya que durante el camino se hacen más y más caros.
La segunda noche en Coyhaique pintaba peor. No podíamos pagar otra noche de camping. Decidimos regresar, darnos una ducha caliente, llenar el bidón de diez litros y salir a caminar en dirección norte, esperando encontrar un lugar para acampar libremente. ¡Así fue!
Caminamos unos cuatro kilómetros y nada parecía asomarse. El río se alejaba de la carretera y no había manera humana de llegar a la orilla… las horas pasaban y seguíamos sin un lugar en donde dormir. Volver atrás era una tontería. Finalmente encontramos una cabañas -cabañas Río Simpson-. Decidimos entrar -básicamente porque el camino se acercaba a la orilla del río-… seguimos caminando… nadie pareció vernos… exceptuando por dos perros enormes que nos siguieron. Como una aparición llegamos al río y en su orilla había un lugar perfecto para acampar. Parecía que la propiedad privada había terminado hacía unos metros… aun así rogamos para que no viniera nadie al que pudiéramos molestar. Es en esos momentos cuando te de das cuenta de que hay cosas impagables: acampar solos al lado del río… naturaleza… realidad…. ¡Impagable!