Ese Jeep rojo: De Pucón a Santiago

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👋🏽 ¡Hola! Soy Valen

He llegaó desde muy lejos con mis trucos, mis complejos, una maleta llena de trastos y un cuaderno lleno de cuentos. 

Escribo mal y te hablo sobre viajar, emprender y vivir una vida un poco más simple y sostenible.

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Nos despertamos temprano y levantamos nuestras cosas; listos para la frontera que abría a las ocho de la mañana. La idea era tomar un bus que nos llevara a algún lugar habitado y dejar la nada en cuanto pudiésemos.

Por casualidad, un trabajador del parque pasaba por allí arreglando el camino. Nos dijo que nos subiéramos y yo acepté encantada. El problema era que íbamos casi más rápido andando que con el camión y que a los pocos segundos de comenzar el conductor nos dijo que nos dejaría a unos cuatro kilómetros de la frontera… total que no ganábamos mucho. El karma, que se estaba cebando un poco con nosotros, decidió jugárnosla. En los diez minutos que estuvimos en el camión -que nos avanzó tan solo kilómetro y medio- pasaron dos buses que… evidentemente… perdimos.

Volcan Lanin

Cuando nos bajamos me pregunté qué mierda habíamos hecho para no conseguir salir del país de una vez. Seguimos andando y comenzó a lloviznar. Nos pusimos nuestras capuchas y a cada coche que pasaba le levantábamos la mano. Pasada una hora me cansé de levantar el dedo… autos que pasaban vacíos y que ni te miraban. Comencé a odiar a la humanidad, al mundo y todo lo que me rodeaba. En uno de esos momentos de “por qué” Jesper hizo una reflexión… de esas bien ciertas… me dijo: “Que diferentes somos los humanos. Pasan coches vacíos y no solo no te levantan, sino que te ignoran y luego tienes familias como la de Temuco que, con un coche a reventar, te llevan encantados” 

Mucha razón tenía y parecía ser que este no era uno de esos afortunados lugares. Pasaron algunos coches más. Yo ya ni levantaba la mano. En uno de esos no intentos un jeep rojo se paró, bastante adelante nuestro. No parecía moverse, así que seguimos andando. A los pocos minutos, y después de unos metros de marcha atrás, nos preguntó a dónde íbamos. Nuestra cara no podía estar más perpleja cuando vimos que el coche ya iba lleno. Eran cinco personas y equipaje por todos lados. Subieron nuestras maletas al techo. Nos acomodamos.. cuatro de ellos detrás… Jesper y yo en el asiento del copiloto… y arrancamos.

Marco, Karla y sus amigos nos recogieron en la nada. Nos llevaron hasta la frontera y en la cola de los papeles nos dijeron que los esperáramos. Algunas veces la frontera chilena esta a varios kilómetros, así que nos llevarían hasta allí. ¡Así fue! Terminamos el papeleo y, aunque la frontera chilena resultó estar a menos de cuatrocientos metros, allí llegamos. Terminamos el papeleo y nuevamente abrieron su coche… sin pensarlo.

Nuestra intención del día anterior era haber llegado a Pucón y pasar allí quizás una noche. La verdad es que ahora el tiempo apremiaba. Teníamos una casa en Santiago de Chile al día siguiente, así que debíamos llegar. No nos quedaríamos en Pucón. Avanzamos unos cuantos kilómetros con ellos. Paramos en un pueblo a medio camino. Compramos alguna fruta y nos ofrecieron sandwiches a ambos. No habíamos comido nada desde que nos levantamos por lo que fue más que de agradecer.

Al llegar a Pucón nos preguntaron si ese era nuestro destino o qué pensábamos hacer. Fuimos sinceros… les dijimos que en realidad teníamos que llegar a Santiago al día siguiente y resultó ser que ellos iban a Temuco.

¡Temuco! Otra familia con el coche lleno que venía de Temuco. ¿Qué pasaba en aquella ciudad? Nos llevaron hasta Temuco, así que, lo que era su vuelta de vacaciones resultó ser un coche lleno con siete personas. Lamentamos y nos disculpamos por ello y agradecemos infinitamente su decisión.

Era temprano cuando llegamos a Temuco. Marco, Karla y compañía nos ofrecieron incluso una ducha caliente en su casa. No queríamos decir que no, pero el tiempo nos seguía preocupando. Teníamos que asegurarnos de que llegaríamos a la capital el viernes por la mañana. A nuestro pesar, nos despedimos con abrazos. De allí tomamos un bus a la terminal y compramos un billete a Santiago, que resultó ser mucho mas barato de lo que esperábamos… ocho mil pesos por persona. Un bus nocturno que solucionaba nuestro “¿dónde dormiremos hoy?”. Volvimos a la ciudad -donde pasamos el resto de la tarde- y entrada la noche, a las once, tomamos el bus que nos dejaría en Santiago.

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