Salimos de Motañita y no precisamente temprano, nos subimos a un bus que nos costaría 2,5 dólares cada uno con la idea de seguir hacia el norte por la costa pacifica. El bus nos dejaría en Puerto Lopez. Vaya una cagada, podríamos seguir hasta Manta pero no podríamos salir de allí esa misma noche y al parecer Manta no despertaba grandes alegrías entre los pasajeros del bus, que nos recomendaron no llegar allí tan tarde y sin un lugar donde dormir. Resultaba ser que no habría ningún otro bus que saliera en la dirección que queríamos esa misma noche así que nos detuvimos en Puerto Lopez y buscamos de mala manera un lugar donde dormir.
Se nos acercaron muchas personas a ofrecernos cosas diversas. El pueblo en si no tenia mucho interés, se veía feo y descuidado. Las habitaciones costaban alrededor de 15 dólares la noche (que barbaridad) y después de casi una hora finalmente escuchamos una oferta que llamo nuestra atención. Un chico nos ofrecía un hueco en su jardín por 2 dólares cada uno. Bien, no era la mejor de las opciones pero si la mejor que teníamos para entonces.
Montamos la tienda en su jardín, nos presto el acceso a un baño y nos dio las llaves de la puerta trasera para poder volver cuando quisiéramos, dedicamos esa noche a internet y a comernos una pizza por algún lugar olvidado del pueblo. Dimos una vuelta por lo que era “la playa” y volvimos a la carpa temprano. No había mucho más que hacer.
¿Cómo llegar a Canoa?
Queríamos llegar a Canoa pero al parecer para poder hacerlo habríamos de hacer escala en Manta. Nos despertamos temprano esperando que el día nos diera más de si que el anterior. Tomamos el bus a Manta que nos costo 3 dólares cada uno y un par de horas. Una vez en Manta recorrimos media ciudad en busca de un cajero automático pues en Canoa no hay cajeros y no sabríamos cuando volveríamos a ver uno. De allí buscamos la conexión con Canoa, bus que nos costaría 4 dólares más por persona. Barato no era, pero teníamos la esperanza de encontrar un lugar donde -finalmente- parar y disfrutar del sol y el mar.
En efecto, el bus nos dejo en medio del pueblo y basando nuestra averiguaciones en Campings partimos a la busca del Camping Iguana, nos costo unos minutos encontrarlo, de aquí allí con las mochilas y preguntando a todo el mundo conseguimos llegar.
Canoa ya daba mejor aspecto que su hermana Montañita, se veía mas pequeña y honesta al igual que su gente. El Camping iguana esa situado a mano izquierda a unas 5 cuadras y a 1 cuadra de distancia del mar. Un lugar pequeño y acogedor con una pequeña cabaña de madera y techos de bambú para las carpas. Su dueña, una alemana que decidió mudarse a Ecuador hace más de diez años, mostraba su amor por el lugar.
Se nos ilumino la cara, un lugar limpio y agradable con cocina e internet, no podíamos pedir nada más. Plantamos nuestra carpa y dimos vueltas por el pueblo… Nos enamoramos de Canoa, de su playa, de su tranquilidad y de su buen vivir. De haberlo sabido no habríamos malgastado tantos días en el camino, pero no nos lo imaginábamos.
Era divertido ayudar a los pescadores a devolver el barco a la costa. En cuanto llegaban varios niños se acercaban a prestar ayuda, si lo hacías, te adjudicabas los peces pequeños que ellos no venderían en el mercado y tenías una buena y fresca cena.
Canoa era hermoso en todos los sentidos.. Nos dio pena al pensar que quizás, en unos años, se convertiría en lo que es hoy en día Montañita, un lugar atestado de turistas sin escrúpulos. Al parecer se había iniciado una construcción de un bloque de 3 pisos para un hotel al lado del camping, por ese motivo nuestra amiga alemana estaba pensando en volver a mudarse a otro lugar mas tranquilo.
Alquilamos una tabla de surf cada uno en Canoa durante todo el día por 5 dólares (ni punto de comparación) y volvimos a probar nuestra suerte con la centrifugadora. Bien, comenzamos a mejorar, espiábamos las clases de los vecinos y nos quedábamos con algunos trucos y volvíamos a meternos al mar.
Así pasamos 3 hermosos días en Canoa, nuestra tienda de campaña llena de arena dejaba ver parte del delito. Cocinamos y compartimos alguna cena con algunos de los campistas, argentinos, suizos, franceses. Gente que enamorada del lugar había pasado ya más de dos semanas y algunos incluso más de dos meses. Volvimos a sentir pena por no haber llegado antes pero nos alegramos de haber encontrado tal joya en nuestro camino.
Canoa nos dejo hermosos atardeceres, tranquilos amaneceres e intensos intentos de surf (que comenzaron a dar sus frutos) La ultima noche cenamos en un pequeño local cerca de la playa, por menos de 2 dólares nos plantamos un arroz con camarones ¡delicioso!
Podríamos habernos quedado en Canoa, a mi no me habría importado.
Un comentario
Espero disfrutar pronto de esas hermosas playas si Dios lo permite