Salimos temprano de la estación. Apenas nos costó conseguir un levante. Un camión de gas se paró a nuestro lado y un hombre, cuyo nombre no recuerdo -me disculpo-, nos llevo hasta un lugar equis en la circunvalación de Córdoba.
Decidimos seguir. Era temprano y queríamos llegar más al norte. Cruzamos la autopista y, en busca de una estación de servicio, caminamos unos tres o cuatro kilómetros. Finalmente, llegamos a una YPF; pero después de un tiempo intentándolo aceptamos que no era la mejor idea. Todo aquel que pasaba por la circunvalación iba a alta velocidad y ni notaria que nosotros estabamos allí.
Después de mil discusiones -y tiempo perdido- decidimos tomar un bus hacia la terminal y de allí otro al pueblo más cercano fuera de Córdoba. Salir de las ciudades es siempre un dolor y esta, en particular, nos estaba tomando demasiado tiempo.
Tomamos como destino Jesús María ¡Vaya un nombre!. Después de esperar infinitamente el bus, y de un paseo de varias horas, llegamos a Jesús María -ya de noche-. Aceptamos que perdimos todo un día intentando salir de Córdoba. Fuimos al supermercado y nos dimos el lujo de comprar algo para cenar. Quedaba lo mas difícil: encontrar dónde pasar la noche.
Preguntamos a un par de personas y una de ellas nos señaló el parque municipal, que de hecho parecía un lugar perfecto. Plantamos nuestra carpa y nos dispusimos a cocinar. Por suerte, tuvimos tiempo suficiente para comer sin prisa, hasta que un par de oficiales de policía aparecieron. Ambos resultaron ser muy amables. Al parecer habíamos corrido con la mala suerte de que el intendente había pasado por allí y les había llamado la atención -lo decían con cierto fastidio-. Preocupados por la hora -ya eran más de las diez de la noche- nos ofrecieron varias opciones.
La YPF no estaba lejos; a menos de una cuadra de donde habíamos parado. Así que nos dirigimos hacia allí. Preguntamos a los encargados de la estación diciéndoles que habíamos llegado con un camión que pasaría la noche. Intentamos apartarnos de los camiones ya que todo a su alrededor no era mas que basura y olor a meado. Por suerte encontramos una esquina -un poco escondida- cruzando la calle. Un coche de policía pasó cuando ya estábamos dentro y con la carpa montada de nuevo -rogamos por que no nos hicieran levantar la casa de nuevo- Y.. sin darnos cuenta… nos quedamos dormidos.
La mañana se fue rápida. Estábamos ya en la vía; las cosas no podían salir mal. Nos plantamos a las afueras de la estación a probar suerte. Así pasó al menos una hora y no parecía funcionar en absoluto. Caminamos un poco más hacia el límite del pueblo, que resultó casi no tener final. Paramos, una hora más de espera y nada. Seguimos caminando esperando encontrar un punto un poco mejor. Llegamos hasta un puente donde al menos el tráfico se ralentiza. Lo probamos todo: bromas… nos paramos en el puente para ser más vistos… lo probamos ambos… solos… y de todas las maneras posibles. Pasamos allí otras malditas tres horas. Decidimos seguir caminando con la esperanza de encontrar una parada de bus o algo que nos alejara de aquel maldito lugar.
Llegamos a una esquina… esperamos allí aun más… ningún bus parecía pasar. Finalmente, un camión que salía de un camino antes que nosotros se paró al lado de la carreterra. No a nuestro lado; no habíamos tenido tiempo de hacer dedo. Para nuestra sorpresa bajo la ventana y nos llamo desde lejos.
Subimos al camión de Cesar Ariel. Resultó ser que ya nos había visto tres veces durante ese día, y no me extraña. Habíamos estado esperando en todos los puntos habidos y por haber. Ahora, con el camión cargado, iba hacia el norte.
Nosotros queríamos llegar a Tucumán algún día, así que nos daba igual donde parara mientras nos sacara de allí. El iba unos cien kilómetros y llegaría hasta Río Seco.
Hablamos de varias cosas por el camino y nos reímos de nuestra mala suerte. Cesar nos dio algunos consejos y al bajarnos nos dejó en un semáforo que cruzaba el pueblo -con estrictas instrucciones de probar allí para seguir hacia el norte-. Eran ya las cinco de la tarde y la técnica del semáforo a mi no acababa de gustarme. Básicamente se trataba de incordiar a los conductores mientras ellos estaban parados. Y yo no es que tenga mucho carisma para ir, y en 5 minutos, intentar subirme a un auto de esa manera… Pensé que perderíamos otro día allí. De verdad que lo vi claro.