Aún no sé qué título ponerle a este escrito, es más, no sé ni si en algún momento voy a publicarlo, pero he decidido finalmente sentarme aquí a darle a las teclas un poco después de tanto tiempo sin pasarme por estos lados, ya más de dos años… Por un lado, para contarte que ha pasado, por el otro para ordenarme la cabeza en lo que hoy entiendo por este silencio de radio, porque así me funciona a mí la vida, me la ordeno dándole al teclado o haciendo garabatos.
Si lees esto y te conozco (que es muy probable), te pido que fuera de este medio o a menos que sea en medio de una borrachera donde solucionemos el mundo no me saques el tema, que hagas ver que nunca lo has leído, que no me preguntes personalmente por los detalles, puedes enviarme un email, puedes dejarme un comentario, simplemente no vayas y me lo saques un día a colación en el supermercado. Ya mucho me cuesta abrirme a mí misma como para saber que aquí lo hago a TODO el mundo, pero casualmente este es mi lugar seguro, aunque sea público. También sé que lo que aquí comparto ha sido el lugar seguro para muchos, así que déjame mantenerlo así, porque creo que al mundo, especialmente en línea, le falta realidad, gente que acepte donde está, que muestre que no todo es tan bonito ni tan lineal. Así que aquí me expongo, como mi medio de destilada, pero en realidad más por sí a algún otro tarado como yo lo lleva a algún lado.
Un poco de contexto
Han sido dos años un poco locos, un poco de mierda, un poco geniales, ya no sé ni como clasificarlos. Por contexto voy a contarte brevemente sobre una etapa de mi vida de la que suelo no acordarme demasiado porque duele un poco. Allá por el 2010 cuando dejé la carrera, me cagué una relación de 5 años y acabé en una depresión de la vida de la que pensé que no saldría. Cuando digo que pensé que no saldría lo digo bien en serio, llegué a pensar en que todo sería más fácil si no me despertara al día siguiente y sinceramente supongo que nunca pensé en nada más allá por “no decepcionar a nadie”. Hoy en día me alegro de haber tenido a quien “decepcionar”, de no ser así igual ni lo estaría contando. Dormía 12 horas al día y jugaba las 12 horas restantes, no veía apenas la luz del sol y, aparte de mi vida en los videojuegos, no hablaba con apenas casi nadie. De ahí salimos y por suerte tanta oscuridad nunca ha vuelto a acechar.
Total, volviendo al pasado más cercano, la pandemia no me sentó del todo mal, pero fue un momento de duelo, de dejar atrás lo que entonces era un poco mi vida, los viajes y el blog se fueron al carajo y me vi un poco a la deriva. Aun así, tuve suerte, y gracias a las mil y una cositas que tengo montadas conseguí salir adelante sin mucho esfuerzo. Volví a la agencia, tuve algunos clientes y remonté casi sin darme cuenta. A inicios del 2021 conseguí un trabajo que me catapultó para arriba, una oportunidad estupenda y algo que me llenó el tanque durante un tiempo, probablemente uno de los motivos por lo que no me haya ido a la mierda del todo. Rutina, gente nueva, mucho estrés, pero muchas ganas, volví a disfrutar de lo que hacía profesionalmente después de tantos años y vi otra posibilidad a lo que imaginaba que sería mi futuro. Pero, como ya venía con las energías bajas, la cabeza no me daba para mucho más. Yo, que de normal puedo con 40000 cosas al mismo tiempo, tuve que comenzar a priorizar. Dejé proyectos personales de lado (este blog incluido) y me enfoqué en aquello que me estaba dando gasolina, no solo anímica sino económica. No me di cuenta hasta pasado un año de que mi workaholismo lo que estaba haciendo era tapar mierda con la alfombra para evitar mirarla y que evidentemente en algún momento todo iba a acabar explotando.
Dándole la mano a mis vicios
Para entonces había vuelto a jugar, me pasaba unas 2-3 horas al día en Discord con nuevos y viejos amigos, pero como no estaba en la inmunda pensé que era una manera de distraerme y no le vi nada malo. Llegado el 2022 me comencé a dar cuenta de que algo no estaba del todo bien. Apenas salía de casa en semanas, comencé otra vez a dormir mal y cosas y gente que no habían tenido acceso a mí en años estaban volviendo a colarse por las grietas. Supongo que cuando estás roto y no te das cuenta comienzas a rellenar los huecos con cualquier mierda que encuentras. Casi 15 años más tarde de esa horrible depresión me di cuenta de que algo estaba pasando, no podía muy bien explicar que, no sabía muy bien de donde venía, no entendía muy bien a que se debía, pero ahí estaba, una sombra oscura me acechaba y no sabía cómo deshacerme de ella. Así que ahora que cobraba bien y había aprendido mucho de mí misma decidí ir a terapia. En su momento nunca pude pagarlo y si te soy sincera, nunca había sido una ferviente defensora, pero era por intentarlo.
A partir de ahí se trató de entender lo que hacía y por qué lo hacía, de dejar de mirar a otro lado y de validar de mis decisiones, por más de que algunas fueran hacerme daño. Esta parte es muy curiosa, a mí me gusta referirme a ella como a mi “inner pyscho”. Llega un momento en el que entiendes que lo que haces es malo, entiendes cómo llegaste ahí, entiendes que deberías no hacerlo y, aun así, ahí te metes de cabeza en la mayoría de los casos. Qué cosa tan extraña el cerebro humano. Pero bueno, al parecer es un avance, es mejor que pretender que no sabes lo que estás haciendo o en efecto, ni tan solo darte cuenta de la mierda que usas para intentar tapar el sol con un dedo. Así que se trata de darle la mano a tus vicios y porque no, un abrazo, de entender tus mecanismos de defensa. De darte cuenta de que son síntomas de que algo en tu vida no va para donde tú querías, entender qué es, cambiarlo y a tus vicios intentar remplazarlos , y si no se puede, al menos de ser dueño de tus propias decisiones, porque joder, no creo que haya algo que reviente más la cabeza que la disonancia cognitiva que es la consecuencia directa de evitarlo.
Comienza la guerra: 1000 duelos en un año
Así que comenzó la guerra, los meses fueron pasando y comenzaron a aparecer cosas que hacía años creía superadas y arregladas, patrones y gente que había sacado de mi vida porque me hacían daño que de golpe estaban de vuelta. Si de algo estoy segura es que todo vuelve, especialmente lo que no se resuelve. Estoy a poco de cumplir 36 años y este ha sido uno de los años más agotadores de mi vida, me he roto y me he reconstruido con las piezas que he ido encontrando tantas veces que me da miedo pensar que si sigo a esta velocidad no va a quedar nada de lo que había. Mejoré mi nutrición, perdí 8 kilos, volví a querer mi cuerpo. Cambie mi ropa, dejé de jugar, comencé a salir simplemente “a caminar”. Volví a leer ficción, me apunté a clases de arcilla, volví a patinar… y aunque seguía sin poder retomar algunas de las cosas que antes ataban mi mundo y nada me llenaba del todo, me enfoqué en mantenerme en movimiento. Volví a Colombia, reconecté con mi pasado, me di de bruces con el presente y en noviembre de 2022 dejé una relación de 11 años con Jesper. Me fui de mi apartamento, otra historia para otro momento, me pasé medio año deambulando con una maleta de 10 kilos a cuestas. Y mientras hacía todo eso, bloqueé gente que tendría que haber bloqueado hace muchos años, pero también le di mi energía a gente que no se la merecía, tomé decisiones que preferiría no haber tomado.
Hace un mes me quedé sin trabajo, ni voy a entrar en detalles porque ha sido hasta gracioso y bizarro. Agradezco que haya sido ahora, porque aunque poco sano, me ha dado tiempo a lidiar con mi vida por un rato. Pero nuevamente, otro ciclo cerrado y lo único estable que me quedaba para escapar se ha esfumado, la rutina se va al carajo. ¿Cuántos malditos duelos se pueden vivir en un solo año? He matado tantas versiones de mí misma que ya he pedido la cuenta. Me he vuelto una experta en dejar ir, mis fantasmas de hace 15 días y de hace 15 años se pusieron de acuerdo a venir a buscarme y me he pasado este último año llorándolos y enterrándolos, pero estoy cansada. No me va mal, no puedo quejarme, no me ataca la enfermedad, mis seres queridos siguen vivos y coleando (y espero de verdad por mucho rato), así que además todo esto lleva todo este tiempo sonándome hasta un toque dramático, pero si algo he aprendido en terapia es a validar mis emociones y mira, puede que no sean catastróficas, pero son mías y están pasando. Problemas del primer mundo les llamo.
Así que como bien decía Didion (guardando las distancias entre sus duelos y los míos):
La vida cambia rápido.
La vida cambia en un instante.
Te sientas a cenar, y la vida que conoces se acaba.
Y así todo el rato… (aquí mi toque personal)
Lo que se viene (¿o no?)
Así que ahora que después de todo este tiempo ya tengo toda mi energía de vuelta y me toca enfrentarla de cara, sin escapes, sin entretenimientos, sin alfombras, tengo que plantearme que hacer con ella. Tengo que volver a aprender a dormir y deshacerme de este maldito insomnio que me quita años de vida… Y mientras tanto voy a arreglar un par de cosas por aquí abandonadas y tantear si este blog me vuelve a hacer feliz, al fin y al cabo fue lo que me hizo feliz durante mucho tiempo. He hecho algunos viajes que por aquí no han ni pasado y la verdad, también he aprendido a disfrutar de viajar sin tener que contarlo (no porque tuviese la imperiosa necesidad de hacerlo, sino porque al fin y al cabo era lo que me daba de comer), así que veremos cómo hago las paces con eso. Recuperar mi privacidad al 100% es una de las cosas que más he valorado durante estos dos años.
Voy a tomarme el verano “con calma” intentando hacer espacio para todo eso a lo que consciente o inconscientemente se lo había quitado, seguir llorando mis fantasmas muertos, seguir dando pasos hacia algún lado. Supongo que eventualmente volveré a buscar trabajo, aunque me da un miedo enorme que no me salga bien tengo que reconocer que tener un salario a final de mes da una paz mental que también se agradece (especialmente si “has seguido tus propios sueños y has sido tu propio jefe“).Pero, afortunada o desafortunadamente llevo toda mi vida construyendo redes de contención, acostumbrada al caos, así que tengo planes y ahorros como para permitirme el lujo de pensar en lo que hago.
Mientras tanto seguiré probando cosas que me dan miedo, reforzando esas amistades que me han mantenido a flote y me han dado la vida, mejorando mi rutina y… con todo eso volver al refugio y a su carta. Con mil ganas de compartir temas de trabajo remoto, de escribir mis mierdas por aquí, de recibir vuestros mensajes, de actualizar esa playlist que es una representación sonora mensual de mi cabeza. Solo espero poder seguir siendo más rápida que la sombra que me acecha, que el espacio me dé claridad y que, aunque cansada, aquí siga dando guerra. Y así ya como para terminar, desde mi escepticismo: Ve a terapia anda, te vas a ahorrar una fortuna y unos cuantos dolores de cabeza.
Como siempre, gracias a todos los que mandáis mensajes de vez en cuando, perdón por ser un desastre, pero sigo un poco en las trincheras.
3 Responses
Gracias por compartirte desde la honestidad. Este año para mí también ha sido de muchos duelos pero, en los momentos en los que se cuela un rayo de luz, trato de pensar en que también está siendo un año de nuevos comienzos.
Te mando un abrazo grande 🙂
Qué lindo volver a leerte, y qué fortaleza! Animo y garra (te sobran)
Lo mejor para lo que se venga!
Un abrazo desde Argentina
Gilda
Welcome back, Valen. Siempre pensé que sos un campeona, muchas buenas energías en esta nueva etapa! Besote, Flor