Un bus digno de película: De Tupiza a Uyuni

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👋🏽 ¡Hola! Soy Valen

He llegaó desde muy lejos con mis trucos, mis complejos, una maleta llena de trastos y un cuaderno lleno de cuentos. 

Escribo mal y te hablo sobre viajar, emprender y vivir una vida un poco más simple y sostenible.

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Después de renegar mil veces, los pasajeros del pasillo comenzaron a bajar del bus. Mientras eso sucedía vimos cómo en los dos asientos de nuestro lado se embutía una familia entera; dos mujeres y tres niños.  Una de las niñas los miraba asustada, ya no cabía en los dos asientos; atestados por el resto de su familia. El policía seguía esperando a que los “sobrantes” bajaran del bus mientras seguía gritando que ‘esto no era un camión’, llevábamos ya dos horas parados sin poder salir del bus… yo -en un ataque de no me pregunten qué- le dije a Jesper que como pudiera hiciera un hueco. Sin que se percatara el policía, nos subimos a la niña a las piernas y la escondimos.

El bus finalmente arrancó -con nuestra niña boliviana de diez-doce años en el regazo-.  A los diez minutos después de salir de la estación el bus paró y recogió a por lo menos la mitad de los pasajeros que se habían acabado de bajar. Una de las chicas sentadas en el asiento de al lado no hacía más que preguntar a los que habían acabado de subirse por su hermana. Al parecer, fue una de las que tuvo que abandonar el bote y al ver que no todos habían vuelto comenzó a preocuparse.  A los veinte minutos el bus paró de nuevo y recogió al resto, habían tomado un taxi rápido para pasar al bus y pedirle nuevamente parada. Y así, dos horas después, lavadoras, papas, y contrabando encima salimos finalmente de Tupiza. Setenta pasajeros y mil kilos de cosas en esas cuatro ruedas que temblaban con cada bote.

Todo parecía ir nuevamente como debía. Todo, menos que dos horas después nosotros seguíamos con la nena,  ya dormía plácidamente en nuestras piernas mientras Jesper me miraba con cara de “¿Por qué hacemos esto?”. Después de cosa de otra hora consiguieron acomodarse y se llevaron al “paquetito”. He de admitir que al menos me sentía bien por no haber hecho bajar a una nena de diez años a correr detrás de un bus en plena noche.

Bus a Uyuni

Las horas fueron pasando y los pocos que consiguieron engañar al policía se acomodaron en el pasillo como había manera. Algunos se estiraron, otros se sentaron encima de los bultos de papas y poco a poco todos nos fuimos quedando dormidos.

A eso de las dos de la mañana el bus paró en medio de la nada, desde la ventana podíamos ver dos hombres con linternas que hacían señales desde fuera. Todos comenzaron a salir del bus, las cholitas meaban a un lado mientras se aguantaban el sombrero y la falda en una imagen entre tierna y cómica. Todos aprovechamos para vaciar la vejiga. Cuando los chicos de las linternas vieron todo el personal nos engatusaron para ayudar a descargar el contrabando que se ocultaba aún debajo de los asientos, la verdad es que la cosa era para filmarla. Sin duda fue mejor el trabajo colectivo, pasaban ya siete horas de viaje y no parecía estar cerca del final.

Una vez terminada la operación todos -o casi todos- volvimos al bus a intentar remontar el rompecabezas de hacía unas hora y a seguir durmiendo. A las cuatro de la mañana comencé a preocuparme por la duración del viaje. Habían pasado ya más de nueve horas y no parecía que estuviésemos cerca de nada, lo único que se veía era el negro del paisaje. De lo que sí me percaté fue de que la vibración del suelo había desaparecido y por un momento tuve la inocente ilusión de que nos movíamos sobre pavimento. Miré por la ventana y lo único que pude ver fue agua y cuando digo lo único es lo único. Allá donde mirara el bus era como un barco. Decidí que era mejor no pensar en ello. Cerré los ojos y seguí durmiendo.

El bus terminó su recorrido a las seis de la mañana; después de pasadas doce horas de viaje, dos de espera y al menos una de descarga en medio de la nada. Comprendí que era evidente que “la carretera estaba mala”. El proceso de descarga fue casi más agotador que el de carga y -totalmente muertos- con una sonrisa en la cara de “bienvenidos a Bolivia”,  llegamos a nuestra primera meta en el país… Uyuni. De esta ciudad partiríamos a el Salar… mucho antes de lo que nos habríamos imaginado.

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6 comentarios

  1. Hola! Me encanto su blog sobre la travesía para llegar al salar y la suerte de encontrar un nuen guia.
    Tengo pensado ir a finales de este mes y les agradeceria mucho el contacto de Edgar!
    Saludos

  2. Hola, estaremos viajando en noviembre, 2017 a Bolivia como inicio a Sudamérica desde el estado de Florida, Estados Unidos, lo único, que empezaremos desde La Paz y terminar en Uyuni para cruzar a Chile. Ojala siga encontrando información de los otros países en vuestra pagina. Apenas estoy comenzando la recopilación. Me imagino que Edgar debe estar muy agradecido de ustedes y yo me uno al pedido de su información. Que esteis bien…..

    1. Buenas Denisee,
      Suerte en ese viaje inminnente, seguro que lo disfrutan.
      Te hemos enviado los datos de Edgar al email.

      Saludos!

  3. Viajar por Bolivia en autobus es toda una aventura. Yo lo sufri en mis propias carnes y la verdad que es algo para recordar toda la vida y contarlo a tus hijos. Viajando de Villazon a Oruro un familia se sento detras de mi con su cabra. 6 horas tuve que aguantar con el beeeee, beeeee pegado en mi oido!

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