Cuenca: La perla de la montaña

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👋🏽 ¡Hola! Soy Valen

He llegaó desde muy lejos con mis trucos, mis complejos, una maleta llena de trastos y un cuaderno lleno de cuentos. 

Escribo mal y te hablo sobre viajar, emprender y vivir una vida un poco más simple y sostenible.

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Recuerdo que lo dejamos justo a nuestra entrada a Ecuador, en plena semana santa, escapando de las multitudes llegamos a Macará. Allí dormimos por 8 dólares (ambos) en una residencia de la calle principal. Las ventanas no abundaban, las lagartijas si y el calor se colaba por todos lados mientras veíamos por el balcón la procesión de semana santa que llevaba a medio pueblo directo a la iglesia de la plaza central.

Dormimos tranquilos esa noche, pensando en como seguir subiendo y en que otros problemas nos traería la época del año. A la mañana siguiente nos dirigimos a la estación de bus de donde salen 3 veces al día en dirección a Loja, por 6 dólares cada uno conseguimos nuestro pasaje.

Loja fue otro punto de paso, después de unas horas en el bus caminamos por el centro y encontramos varias opciones de alojamiento pero todas sobrepasaban los 20 dólares por noche. Finalmente en el Hotel Méjico nos brindaron una habitación doble mas que espaciosa con una ventanal enorme donde pudimos descansar por el módico precio de 12 dólares. Recorrimos la ciudad y miramos buses para seguir moviéndonos. No sabíamos si era el Mar que nos llamaba o la inquietud que se te mete en el cuerpo pero no podíamos parar.

Cuenca

Los dueños del hotel fueron extremadamente amables, Martina quedo totalmente enamorada de Jesper por que según ella se parecía a Ricky Martin (mira tu por donde) y después de prestarnos un conversor eléctrico (para poder cargar los aparatos electrónicos) nos dieron las buenas noches.

Nos recomendaron no tomar el bus demasiado tarde puesto que llegaríamos de noche y no era recomendable aunque la verdad es que nos dio un poco igual y después de 5 horas en el bus conseguimos llegar a Cuenca, la perla de la montaña ecuatoriana. Decidimos darnos allí un respiro, hacer nuestros números, planear, pensar en el sol, la playa y el mar y disfrutar de unos días en la fría montaña ecuatoriana. Solo nos quedaba la misma lucha de cada día, encontrar donde descansar nuestras espaldas.

Llegamos a Cuenca de noche, justo lo que nos dijeron que no hiciéramos -que novedad- Pensamos en tomar bus hacia el centro, pero nuestra súper aplicación para el teléfono “Maps with me” (App de la que ya os he hablado antes aquí!) mas o menos nos guiaba y según ella y mi poco sentido de la distancia “no era muy lejos”. Caminamos durante al menos media hora con las mochilas a los hombros y sin tener muy claro hacia donde íbamos. Llegamos a lo que parecía el centro colonial y entre los mil PDF que teníamos en el móvil y la información que habíamos ido sacando de algunos viajeros intentamos buscar los primeros lugares que nos recomendaron.

Nunca encontramos el primero… Una vez en la calle correcta la recorrimos de un lado al otro sin mucha suerte así que decidimos dar vueltas por el área y ver que nos encontrábamos, el hambre apuraba. Como siempre, por algún tipo de casualidad nos encontramos en la puerta de un hostal. El Hostal Perla Cuencana se situaba en un segundo piso encima de un parking publico, me dispuse a subir dejando al rubio abajo (por si las moscas y la especulación) y pregunte por la habitación. Me pedía 15 dólares por la habitación doble que conseguí rebajar a 12, en realidad, a esas horas de la noche lo que queríamos era que el hostal tuviese cocina ya que esto comenzaba a complicarse. No solo teníamos cocina sino también Wifi y el hostal era una maravilla y además la segunda noche nos la dejaron en 10 dólares. Perfecto.

En el hostal conocimos a gente encantadora, su administradora es una mujer ecuatoriana con una niña hermosa. En las habitaciones de al lado teníamos a un chico ecuatoriano trabajando para una radio que nos contó mil y una historias, conocimos a un grupo de alemanas viajando y a un francés en solo backpacker que había decidido ir a ver mundo después de trabajar de jardinero en Suiza…

Cuenca mochileros

Las historias son lo mejor de cada día, las historias son esas pequeñas piezas que completan el puzzle y lo hacen increíble, por que sin ellas nada de esto tendría sentido.

Recorrimos la ciudad, comimos un almuerzo, nos dimos vueltas por el mercado, no hay mejor lugar en ninguna ciudad donde comprar comida! Visitamos el museo de arte ahora situado en la Casa de la Temperancia, dormimos una siesta junto al río y como siempre nos decidimos a marchar al día siguiente camino al mar que llevaba mucho tiempo llamandonos.

Primero tendríamos que pasar por Guayaquil y hacer una corta parada. 8 dólares por persona nos costaría la tontería del bus. Decidimos salir de noche e intentar así aprovechar el dinero y dormir en el bus, la mujer del hostal nos guardo las maletas encantada e incluso nos dejo cocinar antes de irnos para llevar el estomago con algo dentro. Caminamos de vuelta a la estación de bus, esta vez al menos ya sabíamos cuanto nos tomaría y volver a ver la ciudad de noche sin el miedo en el cuerpo fue de lo mas satisfactorio… Los niños jugando y algunos ancianos en las calles dándonos el adiós a nuestro paso.

Cuenca Mochileros

No teníamos pensado parar en Guayaquil, estábamos cansados de grandes ciudades, queríamos pueblos, mar y sol y no el calor humero y abrasador del asfalto en Guayaquil. Llegamos de madrugada a eso de la 1 de la mañana y todas las boleterías estaban cerradas sin embargo y después de leer varias -muchas veces- por internet sabíamos que los buses a Montañita saldrían de buena mañana.

Buscamos un rincón donde dormir, fuimos hasta el final de la estación, extendimos nuestros aislantes, nuevamente con “lasmochilasdelascosasimportantes” dentro de los sacos de dormir abrazándonos y nos dispusimos a intentar dormir.

No éramos los únicos, es lo bueno de las estaciones de buses, nunca estas solo y la verdad, desde Argentina que no dormíamos en una y comenzábamos a echarlo de menos.

La estación de Guayaquil esta más que preparada, para todo, y es totalmente recomendable en caso de tener que pernoctar, hay baños públicos, comida y todo lo que se pueda necesitar para una noche de descanso. Jesper, como siempre, quedo redondo… lo escuchaba roncar, yo me dedique a dar vueltas por el lugar y apenas pude cerrar los ojos un par de horas…  Quizás eran las ansias de sol o que simplemente no quería dormir, el océano Pacífico nos esperaba a la mañana siguiente.

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5 comentarios

  1. Cometiste un error fatal, no conocer el Cajas, está en el trayecto de Cuenca a Guayaquil, paisaje andino uno de los mejores paisajes en el Ecuador, cientos de lagunas, comer trucha pescada por ustedes mismos, senderismo, ruinas, y mucho frío.

    1. Buenas Jorge!

      En efecto, suena como un error fatal!
      Que pena habernos perdido semejante paraíso, la próxima vez será 😉
      Gracias por la recomendación!

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